Impresionante falsificación de oro: la tiara de Saitafernes

Impresionante falsificación de oro: la tiara de Saitafernes

05.08.2022

 

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Un plan audaz

Esta increíble historia comenzó cuando dos personas idearon un fantástico plan que puso a toda Europa patas arriba.

En la ciudad de Ochakov vivía un comerciante de antigüedades, Schapschelle Hochmann. Tenía una imaginación asombrosa y en una ocasión se le ocurrió la idea de que el antiguo Protógeno de Olbia había hecho un regalo al rey Saitaphernes que consistía no solo en 900 monedas, sino supuestamente también en una preciosa corona. Así, en 1895 nació la idea de la falsificación más famosa.

Un año después, en Odesa, el talentoso joyero Israel Rouchomovsky hizo realidad la idea y creó una tiara de oro única del rey escita Saitafernes.

 

Brillante obra maestra 

Schapschelle hizo los preparativos necesarios para que la pieza de metal precioso no suscitara ninguna duda. Consiguió libros y catálogos sobre el arte de la antigüedad, atlas, reproducciones, grabados y entregó todo el material al joyero.

Israel Rouchomovsky trabajó duro en la tiara durante ocho largos meses y recibió 1800 rublos de oro por su trabajo.

El talentoso artesano autodidacta creó su obra a partir de la tira de oro más fina que le había entregado Schapschelle Hochmann. Según la descripción del joyero, el resultado fue un extraordinario tocado con «forma de kipá alta y puntiaguda». Quizá a algunos la tiara les recuerde un precioso casco.

 

En la foto: la tiara está hecha de 486 gramos de oro, tiene 17,5 centímetros de altura y 18 centímetros de diámetro. 

 

El joyero representó en su creación escenas de las obras de Homero, animales alados, bestias exóticas y plantas extrañas, así como escenas de la vida de los escitas.

 

La tiara tiene una inscripción en griego antiguo:

 

«El Consejo y los ciudadanos de Olbia honran al gran e invencible Rey Saitafernes». 

 

El engaño del siglo 

En 1896, los hermanos Hochmann viajaron a Europa. En Viena, se dirigieron al Museo Imperial, donde eruditos, arqueólogos e historiadores del arte confirmaron la autenticidad de su singular hallazgo. Sin embargo, el museo no pudo comprarlo por falta de fondos.

El Museo Británico también reconoció con pesar la imposibilidad de la compra deseada.

Entonces, en nombre de los Hochmann, el entonces famoso anticuario Anton Vogel, junto con el agente Szymanski, hizo un intento de vender la tiara a los empleados del Louvre. Los expertos de varios países aseguraron la máxima calidad de la obra y la singularidad de la pieza más rara.

El Louvre aceptó comprar la tiara preciosa por 200 000 francos, una suma sin precedentes para aquellos años, que los famosos mecenas de París aceptaron reunir.

En la sala de arte antiguo del museo más grande del mundo, apareció una nueva pieza, que se mostraba con orgullo a los visitantes.

Durante siete años, de 1896 a 1903, la asombrosa creación del maestro de Odesa impresionaba a los conocedores del arte antiguo.

 

La mayor sorpresa

Toda esta increíble historia indignó al creador de la tiara Israel Rouchomovsky. Por supuesto, estaba contento de que su obra de oro estuviera expuesta en el mayor museo del mundo, el Louvre. Sin embargo, al maestro le molestaba que muchos se enriquecieran a su costa y él mismo se mantuviera al margen. Las emociones se desbordaban, ya que las voces de los que dudaban de la autenticidad del objeto de oro se hacían cada vez más fuertes.

Según una versión, el cónsul francés se dirigió personalmente a Rouchomovsky para poner fin a esta extraña historia llena de rumores. Quería obtener la respuesta: si la tiara era auténtica, o si había sido fabricada por el residente de Odesa.

Una comisión con la participación de orientalistas llevó a cabo una investigación durante dos meses, y la prueba definitiva fueron las verdaderas herramientas del artesano. Además, Israel Rouchomovsky logró reproducir nuevamente algunos fragmentos de la tiara.

 

En la foto: los caricaturistas tuvieron muchas oportunidades de crear sus obras maestras sobre el tema de la falsa tiara. 

 

Epílogo 

La fama mundial recayó sobre el sencillo y desconocido joyero. Afortunadamente, Israel Rouchomovsky no fue procesado, porque la venta de la tiara no fue obra suya.

La sorprendente historia de este talentoso artesano terminó con la concesión de una medalla de III grado en el Salón de Artes Decorativas de París por su destacado mérito en joyería.

La famosa tiara hasta el día de hoy se conserva en el mismo lugar, en el Louvre. Se puede ver en el Salón de Artes Decorativas.

Copias de la impresionante obra del joyero de Odesa se encuentran en el Museo Británico y en los museos de Tel Aviv y Baden-Baden.

 

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