Extracción de oro del agua: ¿fantasía o realidad?

Extracción de oro del agua: ¿fantasía o realidad?

04.11.2022

 

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El oro no solo se encuentra en las profundidades de la tierra, sino también en las aguas de los océanos del planeta. La humanidad lo supo en 1872, cuando el químico Edward Sonstadt descubrió la presencia del metal amarillo en el agua de mar. El descubrimiento atrajo inmediatamente la atención de científicos, inventores y aventureros. Sin embargo, obtener un recurso valioso resultó ser muy difícil.

 

¿De dónde procede el oro de los mares y océanos?

Acaba allí de diferentes maneras. Una de ellas es a través de los ríos, que transportan pequeñas partículas del metal precioso. Por ejemplo, el río Amur lleva más de ocho toneladas de oro al estrecho de Tartaria cada año. Esta cifra supera la producción anual de oro de algunos países.

Otra «línea de suministro» son los respiraderos geotérmicos. A través de ellos, el agua saturada de diversas sustancias fluye hacia los océanos desde el subsuelo. Hay un manantial frente a la costa de Islandia con millones de veces más oro flotando que en el agua de mar normal.

 

En la foto: «fumadores negros», nombre que reciben los respiraderos hidrotermales de las dorsales mesooceánicas. Estas formaciones en forma de tubo alcanzan hasta diez metros de altura y arrojan agua caliente mezclada con diversos elementos químicos, entre ellos el oro. 

 

Los volcanes también contribuyen, arrojando regularmente cierta cantidad de minerales preciosos junto con las cenizas.

También cabe mencionar los meteoritos. Cada año se dispersan en la atmósfera miles de toneladas de materia meteorítica, que a menudo contiene el metal amarillo. La mayor parte del precioso polvo acaba en los océanos.

 

Un grandioso engaño

La historia de los intentos de extraer oro del océano comenzó con un fraude. A finales del siglo XIX, el sacerdote estadounidense Prescott Ford Jernegan afirmó haber encontrado una forma revolucionaria de extraer el metal amarillo del agua de mar. El dispositivo milagroso recibió el nombre de «Acumulador de Oro». 

Jernegan montaba todo un espectáculo frente a los inversores. Sumergía un cubo de mercurio en agua y afirmaba haber utilizado una batería especial para aplicar corriente y poner en marcha un complejo proceso químico. Mientras tanto, bajo el agua, el socio del estafador colocaba oro en el cubo.

El elocuente pastor afirmaba que había suficiente oro en el estrecho de Long Island para pagar la deuda nacional de los Estados Unidos y reponer sustancialmente el tesoro. La empresa recibió casi un millón de dólares de inversión y lanzó la producción de simples cubos de cinc.

Como siempre ocurre en estos casos, la verdad no tardó en salir a la luz. Huyendo de los inversores furiosos, Jernegan se fue a Europa.

 

Primer intento serio

No solo los delincuentes, sino también eminentes científicos se interesaron por las nuevas oportunidades. En la década de 1920, la economía alemana de la posguerra estaba en declive. Los países ganadores de la Primera Guerra Mundial exigieron el pago de enormes reparaciones, para las cuales los alemanes no tenían suficiente dinero. El químico Fritz Haber se ofreció como voluntario para ayudar a la nación, prometiendo aprovechar los océanos como una nueva mina de oro.

 

En la foto: Fritz Haber.

 

En un barco convertido en laboratorio flotante, el científico emprendió un largo viaje para averiguar qué aguas contenían más oro.

El investigador se llevó una amarga decepción, ya que sus cálculos iniciales resultaron erróneos. La concentración del metal precioso en el agua de mar era mucho más baja de lo que esperaba: hasta 0,01 miligramos por metro cúbico en lugar de los 5-10 miligramos previstos. No era rentable extraer cantidades tan pequeñas, así que tuvo que abandonar la idea.

 

Perspectivas actuales

El fracaso de Haber no detuvo a otros entusiastas. Esto es comprensible, porque incluso a pesar de la baja concentración, las vastas extensiones de agua del planeta contienen miles de toneladas de oro. De vez en cuando surgen nuevos proyectos e ideas, pero aún no se han encontrado resultados satisfactorios. El problema es que, dado el nivel actual de la tecnología, la tarea requerirá un enorme gasto y supondrá más pérdidas que ganancias. Imagínese el trabajo que habría que hacer dado que solo hay 1 gramo de oro por cada 100 millones de toneladas de agua de mar.

Sin embargo, la ciencia está evolucionando, la investigación continúa, se están llevando a cabo nuevos desarrollos. Los depósitos disponibles en tierra se están agotando, lo que lleva a la gente a buscar alternativas. Y no cabe duda de que, tarde o temprano, la humanidad encontrará la forma de acceder a las riquezas del océano.

 

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